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CRISIS II

  • Foto del escritor: ELLA, sobreviviente
    ELLA, sobreviviente
  • 20 may 2019
  • 3 Min. de lectura

De todos los exámenes por los que una denunciante debe pasar el psicológico es el más duro. (Y eso que estar desnuda frente a dos personas y que te examinen cuando alguien hace pocas horas te ha lastimado, ya bastante repugnante pero esto, te marca para toda la vida). Durante todo ese proceso trataba de darme fuerzas diciendo: “vamos, todo es por algo. Tiene que ser así”. Pero las experiencias y los resultados negativos ayudaban negativamente a mi recuperación. Conforme pasaban los días llegaban los resultados a la fiscalía. Mi hermano, que era abogado especializado en administración decidió tomarse la tarea de seguir el caso. Asumo porque sentía que era su responsabilidad ayudarme. Ahí fue donde conocí el funcionamiento del sistema de justicia, personitas con el poder de hacer o no las cosas de acuerdo a su formación profesional, pero innegablemente de acuerdo a su formación social y moral.


Los días se tornaron irritantes, se resumían a ir a la fiscalía a presentar los escritos o más y más ampliaciones de la denuncia, donde tenía que convencer a unas personas que me trataban grotescamente, que lo que yo sabía que era verdad, debía serlo para ellos también.

Así se formo una rutina que duraría meses, siempre rodeada de quienes no conocía. En una oficina llena de escritorios con personas tomando casos escuchándome. Las intervenciones de personas que no tenían nada que ver con el caso, los cuestionamientos de los abogados y las malas caras de todos al escuchar mis respuestas.

Yo muy decidida a siempre decir y reafirmar la verdad, no importará lo que dijeran, ni lo que pensaran. Empezó mi lucha contra el sistema social impuesto.

Obviamente todo esto me afectaba física y psicológicamente. No solo había dejado de comer bien sino que cada que tenía que ir a declarar a fiscalía o algo que tenga que ver, no dormía, comía casi nada y vomitaba. El resto del tiempo me lo pasaba llorando encerrada en mi oscuridad.


El siguiente ciclo universitario empezaba y tenía que tomar una decisión. Continuar con mi carrera y que tenga que ver “al violador” en la facultad o inclusive compartir salón, o quedarme en casa a salvo y olvidarme del mundo. Necesitaba orientación. (No sabía para ese entonces que al haber puesto la denuncia debía tener una orden de alejamiento en máximo 24 horas, había pasado un mes y pasarían seis meses más para que me la deán).


Empecé tratamiento psicológico y psiquiátrico. En mis citas con la psicóloga, la conversación siempre comenzaba con la pregunta ¿Cómo estás? Y mi respuesta era siempre “No sé”. Yo sentía que esto la incomodaba. (las personas no van al psicólogo porque se sientan precisamente bien).

En el tratamiento psiquiátrico, la doctora parecía más empática, siempre preguntando ¿Cómo va el caso? ¿Ya lo encerraron? (Me hacia sentir bien la esperanza que me brindaba). Ella determino que yo estaba pasando por cuadros de depresión con principios de ansiedad. Así que me receto unas pastillas para dormir y unos antidepresivos. Le comente mi dudas respecto a la universidad, que había buscado otras opciones para trasladarme o inclusive me había planteado dejar mi carrera.

Ella me pregunto ¿qué quieres hacer? Le respondí: “Me siento mal porque todo esto no debería afectarme a mí pero ahora todo es tan confuso, siento que es a mí a quien están procesando. No quiero verlo, me muero de miedo pero siento que abandonar mi carrera es algo injusto y no quiero. ¿Por qué yo tengo que pagar? No lo entiendo.”

Me respondió bien entonces te matricularás y veremos cómo vas con las pastillas. Si empeoras tendrás que dejarlo.

Fui yo quien aclaró mis dudas, ya sabía lo que quería hacer, sería difícil pero ya había tomado una decisión.

 
 
 

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